El 43,3 % de la población mundial tiene acceso a Internet, situación que crece a diario. Como enfrentar este fenómeno positivamente sin ocupar más horas de nuestra atención que aquellas que decidimos dedicarle realmente, un enorme desafío para esta generación.
“A veces menos es más”, frase repetida si las hay. “Dar un paso atrás para dar dos hacia adelante” toda una expresión que nos pide una pausa reflexiva en el camino. Ambas máximas no parecen tener mucho que ver con la vorágine de crecimiento de la tecnología en el mundo, ni con el espíritu consumista globalizado y menos aún con un mundo cada día más conectado.
El tema pasa por la velocidad, y no me refiero a la que implica el continuo desafío de las empresas a autosuperarse y subir la línea de exigencia para la asfixiante competencia con la que todos pelean. Cada nuevo lanzamiento logra impactar, sorprender, movilizar a una población mundial que modifica sus hábitos incorporando más y más productos y servicios.
Estudios revelados por la UIT (Unión Internacional de las Telecomunicaciones) nos dicen que existen unos 3.200 millones de personas que pueden acceder a Internet, estamos hablando de más de un 40% de la población mundial.
El informe nos habla de un crecimiento sostenido en aquellos países en desarrollo donde en cinco años se ha duplicado la cantidad de gente que logra acceder a la red. Sigue siendo una deuda la velocidad y la capacidad de descarga, no obstante es también una meta que se va a ir superando con el tiempo.
Otro dato relevante de la publicación es que existan en el mundo 7.100 millones de suscripciones al servicio móvil, y que el noventa y cinco por ciento de los que habitamos en este planeta podemos recibir una señal móvil celular.
Nada nos debe extrañar, nuestro día a día se ve inundado de tecnología y conectividad. No es diferente en el resto del planeta.
Organización de agendas, herramientas para simplificar el trabajo, las comunicaciones en redes sociales, entretenimiento, etc., etc. Lo concreto es que casi sin importar la edad las horas frente a “super” dispositivos se suman y suman.
No hay que temer al cambio, la sociedad evoluciona y va adquiriendo nuevas estructuras a las que adaptarse para crecer. Solo pretendo reflexionar sobre lo positivo que sería que cada uno de nosotros tome una pausa. Sí, esa que, al igual que nuestras herramientas tecnológicas, nos ayudan a convertir en más eficiente nuestro tiempo.
Permitirnos compartir una reunión de amigos sin estar pendientes de las redes sociales y mirándonos a los ojos al conversar, acompañar y no abandonar a nuestros hijos en sus entretenimientos y juegos en la red, elegir cuidadosamente qué aplicaciones vamos a usar descartando todo aquello que no nos suma más que distracción innecesaria.
Aprovechemos Internet y toda la tecnología que trae aparejada. No la padezcamos, la disfrutemos, que no sea un “tsunami” que domine inexorablemente nuestras vidas, que nos acompañe, para eso debemos saber poner nuestros propios límites.
Justificar que esta acción resulta una tarea titánica nos quitaría el problema de encima fácilmente. El desafío pasa por lograr que la tecnología y su velocidad nos sirvan de verdad y evitar así que nos atropelle consumiendo nuestras horas y días.
Una humilde sugerencia para empezar: Utilizar el tiempo antes de dormir para compartir alguna rutina que nos relaje a nosotros y/o a nuestros hijos, sin tablet, televisor o smartphone, leer algo que nos gusta antes de cerrar la jornada tal vez nos ayuda a hacer volar nuestra imaginación sin necesidad de navegar ineludiblemente por la red.
Quizás aún podamos darle una vuelta a esta historia y en vez de dejar absolutamente toda nuestra vida en y para la web nos alcance con compartir solo aquello que a conciencia decidamos exponer. Pasa por pensar un segundo para tomar una mejor opción.
La red crecerá cada vez más -es un hecho- dependerá de nosotros si podemos mantener nuestra individualidad o ser consumidos por lo que nos ofrecen.
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