¿Invadidos en nuestra intimidad? ¿Atacados por la tecnología? Alienados por consumir hasta la última gota que ofrece la novedad más rutilante que aparece… ¿Será que estamos obligados inexorablemente a integrarnos a los nuevos parámetros tecnológicos exigidos en esta sociedad global?
Cuál será el límite entre correr detrás de Google, Microsoft, Apple, Twitter, Samsung, etc, etc. y ser acompañado por herramientas que hacen más eficiente nuestro tiempo, nos conectan con nuestros afectos, nos comunican mejor y nos dan seguridad en cada movimiento que damos…
Diferentes movimientos reaccionarios de la actualidad buscan que tomemos conciencia de lo perjudicial que puede ser dejar nuestras vidas navegando sin control en los mares de internet, rendidos ante las encandilantes propuestas de sus sirenas. Muchos aseguran que así perdemos la noción sobre el verdadero valor de lo importante. Nos enseñan -sin escatimar en golpes bajos- que cada segundo cuenta y que lo que nos ofrece la web y sus dispositivos solo forman parte del plan macabro de enormes colosos empresariales que exprimen cerebros para que se consuman sus productos.
Algunos pensamientos son radicalizados y contundentes a la hora de juzgar, tal cual lo que te contamos en la nota “Facebook es una fábrica y la intimidad de sus usuarios la mercancía” de Estefanía Protti donde, con fuertes argumentos científicos filosóficos, se acusa a Facebook de traficar con la afectividad, de ser un especie de depósito de necesidades emocionales que refleja actitudes puramente narcisistas y exhibicionistas. Todo esto expresado por un doctor en filosofía, Vicente Serrano Marín.
Abonan a este pensamiento acusatorio que pesa sobre los gigantes de nuestros tiempos, algunos desarrollos que impresionan y asustan. El trabajo permanente de Google en el perfeccionamiento de su inteligencia artificial es uno de ellos. Sus productos, que cada vez nos conocen más y mejor, buscan satisfacer cada requerimiento que tengamos, pretendiendo adelantarse a nuestra propia necesidad. Escalofriante. Para visualizar eso solo basta leer la nota de Gabriela del Vecchi “El mayor lector de novelas románticas: Google.” donde podemos darnos cuenta del esfuerzo por alimentar la memoria del sistema con el objeto de lograr la mayor naturalidad posible en las interacciones con los usuarios y establecer así un vínculo cuasi humano.
El desafío de manejar esta situación con prudencia, buscando la moderación, la armonía, y la sensatez que deben tener todas las cosas estará a cargo de la generación de hoy, algo te contamos sobre ellos en “Los Millennials ya tienen el control del mundo en sus manos”. Quizás sean los más indicados – o los que sin quererlo soportarán el peso de la responsabilidad- de evitar el daño que pueda ocasionar el uso indiscriminado de la tecnología, tolerar todas las opiniones al respecto y, al mismo tiempo, darle el lugar de importancia que exige la vertiginosa y atropelladora evolución cibernética.
No hace falta dejar de lado la naturalidad de nuestros vínculos afectivos para sumergirnos sin condiciones en la vorágine de la tecnología, ni tampoco abandonar los puentes que se tienden para mejorar nuestra calidad de vida urbana y de relación.
Por lo pronto, en lo mundano de nuestro día a día, queda buscar prudencia. Equilibrio. No preocuparnos si usamos mucho nuestras herramientas tecnológicas siempre y cuando podamos controlar el tiempo que dediquemos a estar on line. ¿Cómo y cuándo establecer el límite? Es simple, alguien que nos quiere nos lo hará saber, un hijo, un padre, un amigo, solo debemos frenar un segundo, escuchar y reflexionar. No hay que dejar de atender el bip de esa notificación…